Ikus-esparru zabalduak

Exposición individual en el Museo de Arte e Historia de Durango

Del 5 de mayo al 10 de junio de 2018

‘(…) Las que trabajamos por nuestra cuenta, en espacios cerrados y en soledad, percibimos muy bien el efecto que los espacios tienen sobre nosotras. La sensación de comodidad o de claustrofobia, de introspección tranquila o de ansiedad que puede generar la cerrazón de ese espacio; pero también el respiro visual que brindan las grietas, las hendiduras, las uniones con el exterior que rompen ese encierro. Como una carretera interminable, los pocos centímetros de profundidad de las ventanas nos ofrecen una vía de escape. Le permiten al interior seguir ofreciendo protección, al dar la opción de un cambio.

Las ventanas, además de filtrar la frontera entre el exterior y el interior, producen cambios mediante el efecto de la luz. De hecho, en las habitaciones cerradas el tiempo ni avanza ni retrocede: se mantiene la intensidad de la luz, el momento del día, el estado de los sentimientos. En cambio, la luz que nos invade atravesando los vidrios nos obliga a transcurrir. Sus manchas tintan los resultados de nuestro trabajo, de manera que la sensación hogareña que crea la luz vespertina al entrar por mi ventana impregnará este texto. Virginia Woolf, en esa habitación propia que tenía para escribir en Rodmell, colocó la mesa en el centro del espacio, rodeándola ventanas que miraban al jardín. Me la imagino atravesada por la luz; las marcas que los restos del frío invernal dejaron en el paisaje debieron de tener algún reflejo en «To the lighthouse», los capullos de las flores nuevas de primavera debieron de inundar «Orlando».

Es lógico, por lo tanto, que una artista cuyo material de trabajo son precisamente la luz y las impresiones que esta produce sienta de manera especial este efecto, sea de alegría,
de tristeza, de monotonía o de inestabilidad. Respondiendo a ese efecto, ha construido Zaloa Ipiña sus «Espacios ópticos expandidos»; ha convertido en tema el espacio y la luz para elaborar la representación visual de estos elementos. Nos introduce en un espacio doblemente íntimo: su casa, que al mismo tiempo ha sido su estudio durante años. Es inevitable que le haya influido el espacio donde durante años se han encontrado su trabajo experimental y su vida privada.

Desde el primer momento, Ipiña busca establecer lazos entre lo interior y lo exterior, puesto que la separación entre ellos se le antoja inaceptable: ¿Acaso no se encoge y entristece mi habitación con las últimas luces del atardecer? ¿No se convierte el paisaje exterior en el fondo decorativo de mi casa? Para conseguir esta conexión, la artista explicita todas las barreras, es decir, las estructuras que delimitan los espacios: al crearlas en plexiglás, no obstaculizan nuestra mirada a pesar de que las veamos. Así, nos plantea atractivos juegos al combinar arquitecturas transparentes con imágenes opacas. Invierte los elementos para permitirnos traspasar con la mirada los soportes que antes nos encerraban; en cambio, el paisaje exterior, antes alegoría de la huida, se convierte ahora en pared’.

Haizea Barcenilla

⇒ CATÁLOGO